Tres amigos, una idea y una esquina de 1932

El restó Mondrian revalorizó un edificio centenario, trajo una propuesta gourmet inédita y ya impone un nuevo estándar gastronómico en Sáenz Peña

Sáenz Peña15 de julio de 2025 Infoempresas
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⌚ tiempo de lectura: 1:50 min.

Un día cualquiera de febrero, una esquina histórica de Sáenz Peña volvió a cobrar vida. En un antiguo local abandonado, donde antes funcionaba la relojería del orfebre Amílcar Fabre, tres jóvenes decidieron crear algo más que un restaurante: un espacio que combina arte, arquitectura y gastronomía de autor.

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Mondrian Restó nació de una alianza entre Emanuel Marozzi, arquitecto, Joaquín Sánchez, comerciante y librero, y Alejandro Carena, arquitecto. El resultado: un restaurante de diseño, sin pizzas ni hamburguesas, con platos elaborados, tragos de autor y un ambiente que rinde homenaje al artista holandés Piet Mondrian.

De la amistad al emprendimiento

Emanuel y Joaquín se conocen desde la adolescencia, pero sus caminos profesionales habían sido bien distintos: arquitectura, distribución de bebidas, librería, vinoteca... hasta que decidieron cruzar experiencias y apostar por la gastronomía. La oportunidad llegó cuando Mariana Fabre, hija del histórico orfebre, les ofreció recuperar el antiguo local familiar.

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“Queríamos algo icónico, una casona con historia”, cuentan. Lo encontraron en esa esquina de 1932, a la que le cambiaron la cara con una restauración completa: instalación eléctrica nueva, baños modernos, cocina industrial, iluminación cálida y un interiorismo con fuerte impronta artística.

No querían hacer “más de lo mismo”

La propuesta de Mondrian se aleja del clásico menú local. Evitan la pizza y las hamburguesas para apostar a platos propios, con diseño gastronómico y sabores únicos. Para lograrlo, contrataron un chef de Resistencia que los capacitó desde cero, les armó la carta y formó al equipo.

Además, organizaron eventos culturales como catas de vino y whisky, y hasta noches de arte con exposición de cuadros. “Queremos que la gente viva una experiencia, no solo que venga a comer”, explican.

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El impacto en el barrio y el desafío de crecer

El local cambió el ritmo de una zona que estaba apagada. Vecinos que antes no salían, ahora se acercan a mirar, a cenar o a compartir una copa. Incluso otros comerciantes empezaron a interesarse por instalarse cerca. La esquina volvió a latir.

Con capacidad para 34 personas adentro y 80 afuera, se ven obligados a trabajar con reservas. La demanda crece, pero prefieren no ampliar por ahora. “Queremos cuidar la calidad. Más grande sería más difícil de controlar”, afirman.

¿Por qué invierten en Sáenz Peña?

“Porque es nuestra ciudad. Porque faltaba un lugar así, porque queríamos apostar acá y porque creemos que se puede hacer algo distinto, bien hecho”, aseguran. Y lo están logrando.

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